Hay que tener cuidado al cruzar la calle, no vaya a ser que se tenga un accidente, lo usual es hacerlo por donde hay un semáforo y esperar a que nos ceda el paso. Sin embargo, me crea cierta molestia, y siento que me tuerce la voluntad, tener que desplazarme hasta el semáforo cuando puedo hacerlo en cualquier otro lugar. Al hacerlo así, me siento más libre y menos sometido.
Claro está, cuando decido cruzar por donde no hay semáforo, lo hago respetando la circulación y asumiendo el peligro que eso supone. El cruce lo hago de forma responsable, miro a un lado y el otro, estimo la velocidad de acercamiento de los coches y decido cruzar si veo que tengo tiempo para cruzar sin peligro para mí y conductores. Nunca apuro la situación, cruzo cuando veo que tengo margen suficiente.
A fuerza de hacerlo así, he logrado desarrollar una buena capacidad para prever la posición de los coches según estimo su velocidad, a la vez que retengo en la memoria la posición de los coches a un lado y otro de la calle, aunque estén fuera de mi visión. Esta cualidad no la tienen los animales que no saben el momento oportuno para cruzar y es por eso que se dan tantos accidentes en carretera.
La gente que está acostumbrada a ir hasta el semáforo tiene poco o nada desarrollada las habilidades para cruzar la calle dado que su garantía para no tener problemas es simplemente esperar con paciencia que se ponga verde. Además de colaborar con un acto cívico que socialmente se percibe como correcto y responsable. Si bien, en algunos sitios donde no haya semáforo tendrá cierto problema para cruzar al no tener desarrollada la estimación de velocidad de los coches, quizá cruce con miedo y corriendo.
La salud presenta algunos símiles interesantes con el cruce de la calle. Cuidar la salud es tener garantías de cruzar sin percance. Cruzan por el semáforo los que depositan su salud en el sistema sanitario, y lo hacen según va el tráfico, los que creen que “no hay mejor médico que uno mismo” en la mayoría de las veces.
Cuando te preocupas de leer sobre cuidados de la salud, sabiendo que la salud merece ser tomada como una de las mejores aficiones, asumiendo con responsabilidad, una y otra vez, la dinámica de curarse a uno mismo las pequeñas disfunciones que van surgiendo en el vivir cotidiano o intercambiando esas experiencias de cura con los demás, poco a poco con los años, uno se va “empoderando en salud” y deja de tener miedo para cruzar la calle sin necesidad de semáforos.
Es una costumbre muy arraigada en la mayoría de los ciudadanos, ya desde pequeños, “arreglar” los problemas de salud visitando al médico y esperamos que varias pastillas nos lo arreglen. Pesamos que nosotros apenas podemos hacer gran cosa, que nuestro cuerpo es débil frente a los gérmenes o que para eso están los médicos. Somos lo que esperan pacientemente que nos dé paso el semáforo para tener seguridad de cruzar la calle sin percance.
Podemos hacer mucho más por nuestra salud. Sabiendo lo que es una alimentación sana (no es la visión que nos da la publicidad), conociendo los alimentos más medicinales y potenciadores del sistema inmune, incorporando una diversidad de ejercicios bien coordinados con otras actividades que conforman nuestro estilo de vida, interactuando con los demás en un contexto de concienciación social o animando nuestras estructuras biológicas con diversos tipos de ayuno.
Los medios han usado su poder con una intensidad inusitada, con el pretexto de que existe un supuesto covi19, de efectos terroríficos, metiendo miedo a la población, hasta el punto de justificar medidas perjudiciales para la salud, que nos han restado derechos y nos han hundido económicamente. Si los medios, con esa misma intensidad hubieran desarrollado un programa educativo para “empoderarnos en salud”, el resultado hubiera sido otro: estaríamos más sanos, por lo tanto, más felices, y la economía, sin tanto parón por enfermedades, más boyante y con menos deuda externa.