Las Pandemias de la Oms

Las Pandemias de la OMS

Hay una creencia muy generalizada, tanto en el sistema sanitario como entre la población, de que los gérmenes, de un tipo u otro, son los que crean una amplia gama de enfermedades. La misma idea que reiteradamente, extienden los medios de comunicación que afirman que las enfermedades infecciosas son causadas por gérmenes microscópicos que entran al cuerpo y causan muchas de las enfermedades que tenemos.

Se ha llegado a dar una imagen algo belicosa de los microorganismos patógenos, incluso de que algunos son un azote para la humanidad desde tiempos inmemoriales, lo cual choca con los resultados de investigaciones actuales que muestran una imagen donde la inmensa mayoría de los microbios no son en absoluto perjudiciales, más bien juegan un papel clave en la biosfera al proporcionar oxígeno, descomponen la materia orgánica y, al mineralizarla, la hacen de nuevo asimilable, cerrando el ciclo de la materia. Los estudios actuales sobre el microbioma intestinal muestran una flora benigna que, en un número 10 veces superior al de células, son determinantes para la buena salud del organismo.

De nuevo, al igual que en el apartado anterior, encontramos las mismas dos hipótesis enfrentadas sobre las causas de las infecciones: a) son gérmenes los que la provocan, o b) provienen de la interacción de la persona con un medio poco sano. Como se estableció antes, puede que estas dos hipótesis sobre la causa de la enfermedad no sean excluyentes, o quizá, que hasta resulten complementarias. Pero, para considerar el impacto que tienen ambas hipótesis, veamos algunos casos recientes:

El caso del virus del VIH/sida

Stefan Lanka, científico alemán, aboga por revisar las hipótesis sobre el sida, llegando al extremo de afirmar que el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), en muchos casos la enfermedad, no justifica su presencia y en otros, sus efectos descritos no parecen ser tan alarmantes.

Así se resumen sus opiniones: las consecuencias del sida se deben más bien al uso intensivo de fármacos y a las fuertes presiones de las farmacéuticas para aceptar la versión oficial que día a día, incrementan “los casos de sida” y de otras enfermedades similares. En África, el incremento de casos se debe a diagnosis precipitadas por falta de dinero: si el paciente sufre en un mes de diarrea, tos y fiebre, ya tiene sida, cuando se trata de síntomas comunes con otras muchas enfermedades endémicas de la zona.

Lanka afirma que “el sida no se diagnostica detectando el VIH en el suero del paciente, sino a través del incremento de anticuerpos, cuya presencia puede ser activada por cualquier otro tipo de enfermedad, y no exclusivamente por VIH. No se discute la existencia de problemas del sistema inmune, pero sí que se diga que es sida cuando puede ser tuberculosis, neumonía, drogadicción, salmonella o efectos de medicación contra el VIH”.

El sida supone un negocio muy rentable, no solo para las farmacéuticas, sino también para los funcionarios, médicos y periodistas que le dan cobertura. La solución al sida, y a otras muchas enfermedades, es una vuelta a un estilo de vida más natural (ver § factores de salud en Capítulo 1), pero esto no supone un negocio.

El caso de la gripe Aviar

A finales de 2005, no más de 100 personas -en una población de más de 6 billones- habían muerto, supuestamente, de gripe aviar. Sin embargo, las previsiones de altos organismos de salud son demoledoras: algunas fuentes estimaron que la infección podría causar entre los 7 millones a los 150 millones de muertes. La agresiva y reiterada difusión de estos datos en los medios, con fotos y títulos exagerados, hace que cunda el pánico en la población a escala mundial.

Inicialmente, parecía que la gripe aviar afectaba a pollos, gallinas y otras aves. Según la OMS, se trata de un virus muy contagioso que también puede causar enfermedad e incluso la muerte en humanos. Esto hizo que millones de aves fueran sacrificadas: en Tailandia se mataron más de 10 millones de pollos, en Taiwán se sacrificaron unos 20.000 pollos, en Corea del Sur unos 24 millones, y en Birmania se llegó a sacrificar a más de 50.000 patos y pollos.

Ni siquiera se discutió que pudiera haber otras causas para explicar la gripe aviar, enseguida encontraron el culpable: un virus. No se consideró, ni por un instante, que pudieran ser las condiciones en las que viven estas aves, donde hay mecanismos automáticos que encienden periódicamente luces durante la noche, les suministran alimentos poco naturales mezclados con químicos, donde apenas se pueden mover, etc. Hubiera sido lógico que se hubiera contemplado la hipótesis del medio insalubre con lo que la solución, iría más bien en un cambio de las condiciones que constriñen la vida de estas aves. Sin embargo, se tomó una línea de actuación donde el derroche de medios fue muy superior, abrazándose la hipótesis del virus que resulto ser más rentable. Por otro lado, se desvía el foco de la atención sobre el creciente grado de destrucción de los ecosistemas que aleja cada vez más a la población de una alimentación más natural.

Pasada la tormenta de la gripe aviar se llevaron a cabo estudios más apaciguados, demostrando que, por ejemplo, en Vietnam los cuidadores de aves no enfermaban, para entonces, el antiviral específico ya había creado más enfermos que la propia epidemia.

Aparte de los grandes beneficios que generó para los que ostentan el poder, pareciera que la estrategia era también acabar con las industrias regionales de pollos que garantizaba más biodiversidad de la que ofrecen los pollos transgénicos. Por demás, la gripe aviar supuso un descalabro del presupuesto público, una cortina de humo ante la crisis económica y una epidemia de miedo que derivó en la disminución de la solidaridad y resiliencia en la población.

El caso de la gripe A

El 24 de abril de 2009 se habló por primera vez de un nuevo virus que origina la gripe A. Tras una difusión mediática sin precedentes, el 11 de junio del mismo año, la OMS (Organización Mundial de la Salud) señaló que el nuevo virus se está propagando sin freno y declara el nivel 6, o sea, pandemia. Esto, junto a los titulares catastróficos de la prensa, causó en la población bastante miedo. Este hecho fue aprovechado por las empresas farmacéuticas para sacar una vacuna “lo antes posible, aunque no suficientemente testeada”. Es asombrosa la coordinación casi perfecta que aconteció entre gobiernos, farmacéuticas, medios de comunicación y expertos médicos en un buen número de países.

El caso es que en pocos meses se diseñó una vacuna, “poco probada” según decían los laboratorios, por lo que promulgaron leyes especiales para eximir a políticos y médicos de los posibles efectos secundarios, y se comenzó a aplicar masivamente a toda la población. Todo esto fue justificado para evitar la difusión pandémica de la gripe A antes que su rapidez de propagación fuera catastrófica. En concreto, España compró 7 millones de vacunas y, no se sabe bien qué pasó, pero tras un par de millones puestas, el ánimo de vacunar fue decreciendo al mismo ritmo que la alarma, y poco a poco se dejó de hablar de la gripe A, olvidándose de poner las vacunas restantes.

Cuando hubo más calma, comenzaron a leerse en los medios otras opiniones críticas del proceso de la gripe A ¿Cómo es que la OMS declaró pandemia a la gripe A cuando había más enfermos con gripe común? ¿Qué ocurría si alguien decidía no vacunarse? Sabiendo que hay más de 200 virus que crean cuadros de gripe ¿Por qué se actuó con tanta celeridad sin las pruebas para detectar que no era gripe común? ¿Qué se hizo con los millones de vacunas que no se administraron?

La gripe A sirvió, a algunos, para tomar conciencia acerca del grado de alienación de la población que puede alcanzar límites impensables. Podría decirse que existe un fuerte vasallaje de países alineados con los EEUU y que eso llevó, a nivel mundial, a falsear la realidad en beneficio de las compañías farmacéuticas, médicos, medios y políticos. Trabajos posteriores mostraron que el virus A-N1H1 no puede provocar la muerte de una persona sana, y que la vacuna no es ni eficaz ni segura. La sombra de la duda recae en otros casos como el de las “vacas locas”, la gripe aviar, el papiloma, por solo mencionar algunos.

No parece razonable estos derroches periódicos en “epidemias” que no son tales, mientras hay problemas de salud a nivel mundial que arrojan cifras escalofriantes: más de 200 millones de diabéticos, más de 20 millones de personas mueren por problemas cardiovasculares (30% de muertes en el mundo), más de 10 millones de casos de demencia nuevos en el mundo, entre otros. Esto parece corroborar que los intereses de los laboratorios están especialmente dirigidos hacia la rentabilidad económica, y no tanto en promover un estilo de vida más sano, proactivo y natural.

El caso del Covid19

Cuando vimos en las noticias las medidas sanitarias que tomaban los países asiáticos, pensábamos que a Europa no llegaría con tanta intensidad y nos pareció “cosa de chinos”. Esto ocurría a finales de 2019, lamentablemente a mediados del mes de marzo de 2020, los medios nos habían metido en un contexto pandémico que llevó al gobierno a declarar una cuarentena indefinida. Así que solo 3 meses después aquí se aplicaron las mismas medidas con la misma o superior contundencia y durante más de dos años que se hicieron muy largos. Una minoría sospechó que las experiencias de “pandemia” anteriores, arriba citadas, sirvieron para desarrollar un programa minuciosamente detallado para sacar el máximo partido a tres niveles que hayamos sido conscientes:

  • Destrucción del tejido productivo. El parón económico que supuso las medidas sanitarias hizo que miles y miles de pequeñas y medianas empresas no pudieran soportar el frenado y tuvieron que cerrar a pesar de las medidas de los gobiernos para paliar algo el descalabro económico. Al final, las grandes empresas se vieron favorecidas al tener menos competencia.
  • Como experiencia social, las medidas Covi19 han mostrado el bajo nivel de democracia en la que viven los países supuestamente democráticos pues en aras al bien común se han perdido muchos derechos sociales, creándose una sociedad distópica de vigilancia biopolítica muy parecida al de la novela de Orwell “1984”. Se ha visto que nuestro estado de salud se podría convertir, con el beneplácito de la población, en objeto de vigilancia digital. La presión de los medios nos ha dejado muy cerca de una sociedad de supervivencia basada en el miedo a la muerte, donde se pierde todo sentido del buen vivir, sacrificando valores tan importantes como la sociabilidad y la cooperación.
  • Beneficios de fondos de inversión. Los grandes capitales que hay detrás de la OMS, como es BlackRock, Vanguard, sociedades filantrópicas y farmacéuticas que fueron los que iniciaron este proyecto sanitario, se lucraron sin que sepamos hasta qué punto (en EEUU, aumentó de 2.95 a 4.56 billones de dólares los más ricos, un 55%), incluso llegando a justificar la repetición de las vacunas en cada persona para mayor seguridad, algo insólito hasta ahora.

Las dudas sobre el Covid19

Las sospechas de que el covid19 ha sido un fraude han venido de una diversidad de fuentes. Resaltamos algunas de ellas:

  • El biólogo marino y virólogo alemán Stefan Lanka asegura que los virus ni son microbios ni tienen capacidad infectiva y que la existencia del Covid19 no está demostrada. Es más, asevera que los test que se usan para la Covid-19 son una estafa, que las cifras de supuestos «contagiados» y «muertos por» son irreales y que las vacunas no van a solucionar nada y además son muy peligrosas. Para «reconstruir» se usa una serie de herramientas informáticas que les permiten recoger, cortar y ensamblar fragmentos de información genética y construir virtualmente el supuesto genoma de cualquier virus, y de ahí que haya tantos «falsos positivos y negativos», no es causa de enfermedad infecciosa alguna. Las medidas de prevención carecen de sentido porque no hay ninguna epidemia y las «vacunas» son, por tanto, una completa estafa.
  • El investigador español Roberto Perales parte de que son las condiciones ambientales la principal causa de las “enfermedades epidémicas” y culpar a un virus no se justifica. Afirma que, lo que han difundido machaconamente los medios, sigue el patrón temporal y geográfico de un proceso gripal tardío agravado en las diferentes naciones y regiones por causas particulares. Señala que la llamada “gripe” no es más que un proceso biológico de desintoxicación del organismo que se inicia habitualmente cuando llega el frío o hay una alta contaminación atmosférica. Con exhaustivos datos meteorológicos ha mostrado que correlaciona bien con el incremento de contaminantes atmosféricos (dióxido de nitrógeno y partículas de tamaño inferior a 10 o 2,5 micras) de las grandes urbes debido a una “inversión térmica” que, ante la falta de lluvias y vientos, ha generado los picos de enfermos achacados al covid19. Termina afirmando que el coronavirus no sería la causa de la enfermedad sino la consecuencia.
  • El biólogo español Máximo Sandín, profesor de Evolución Humana y Ecología, ve la Naturaleza como un conjunto de sistemas complejos integrados y en equilibrio -y no en permanente competencia- por lo que percibe que las bacterias y los virus no son responsables de la mayoría de las enfermedades, sino agentes imprescindibles en los procesos vitales. Su posible actividad patógena -minoritaria respecto a su número total- está más bien relacionada con la transferencia de genes en respuesta a las agresiones externas. Por lo que se plantea además si la introducción artificial en el organismo de microbios atenuados -o trozos de ellos- a través de vacunas no distorsionará los mecanismos naturales de equilibrio con el entorno. Lo cierto es que estamos inmersos en un mar de microorganismos, que participan genéticamente en la construcción de nuestro organismo (las secuencias genéticas que componen los virus que están formando parte de los cromosomas) en una perfecta simbiosis. Los virus protegen el equilibrio de nuestro organismo y son parte (la mayor parte) de nuestro genoma y no hay motivo para considerarlos enemigos; estos, más bien son las agresiones ambientales como radiaciones o productos tóxicos, los que movilizan los virus endógenos, por lo que lo más probable es que los virus no sean causa de la enfermedad, sino consecuencia.

Hay una diversidad de fuentes donde se puede leer abiertamente de que esta pandemia ha sido un montaje:

  • Según datos globales, tras casi dos años de supuesta pandemia el 96,62% de la población no se ha «infectado» y el 99,93% ha sobrevivido a tan “peligrosísimo virus”.
  • No está demostrada su existencia y, por tanto, sus supuestas «variantes». Una revisión de trabajos sobre su existencia muestra que no son concluyentes, y a lo más que se ha llegado es a un acercamiento de su genoma por vía informática.
  • Todas las medidas políticas y sanitarias adoptadas en los dos últimos años: mascarillas, confinamientos, distancia social, pasaporte Covid, fármacos y vacunas, carecen de sentido.
  • Los pcr son fallidos como así reconoce la misma web del ministerio de Sanidad y el propio inventor, el premio Nobel Kary Mullis que admitió que su método no sirve para diagnosticar.

Asociaciones como “médicos por la verdad” o “biólogos por la verdad” y otros grupos más, hablan de que se trata de un gigantesco montaje que lleva varios años preparándose para, además de crear un aumento de las desigualdades sociales, imponer una ”nueva normalidad”, en una sociedad distópica donde la perdida de derechos humanos se hace patente.

Gestión de pandemias

La breve revisión anterior de los casos de gripe Aviar, del virus VIH/Sida, de gripe A y covid19, muestran un patrón común, en el que se vinculan y articulan de un modo perfectamente orquestado gobiernos, OMS, medios e instituciones médicas y farmacéuticas. El protocolo siempre es el mismo, pero el más destacado es la intensa difusión en los medios de la propagación de un supuesto virus que genera una fuerte alarma en la población mundial. La publicidad de la enfermedad se hace a todas horas y desde varios modos y fuentes, consiguiendo en “cuerpos que se creen débiles” sensaciones de pánico que a muchos aboca a la muerte. La unificación de información se garantiza con la participación activa de la OMS que, en virtud de anteriores compromisos legales, la mayoría de gobiernos del mundo se hacen eco de las medidas sanitarias, cooperando en la difusión de las matrices de información previamente diseñadas.

Una vez generada la alarma, el uso de vacunas están justificada y se perciben imprescindibles para frenar la “pandemia”, que afanosamente compran los gobiernos de cada país o son soportadas por el pago de los vacunados. Tras el proceso de vacunación, que en el caso del covid19 ha durado dos largos años, pareciera que va remitiendo la epidemia. ¿No resulta sospechoso todo esto? Existe una perniciosa tendencia a gestionar las enfermedades, de modo que sean lo más lucrativas posible para las compañías farmacéuticas, y por extensión para los sectores médico, político y periodístico, implicados en esa gestión, sin importar el descalabro económico para los sectores más débiles y el sufrimiento de la población que es atemorizada sin contemplaciones.

Este gasto innecesario que llena los bolsillos de unos pocos y aumenta la pobreza de muchos, contrasta fuertemente con la minoría que cree que “las condiciones insalubres o tóxicas del medio generan la enfermedad”. Si fuera esta la hipótesis mayoritaria, todo cambiaría para los más desfavorecidos:

  1. a) los gastos para la cura estarían más ajustados al poder adquisitivo de las clases media y baja,
  2. b) se tomarían medidas más ecológicas que polucionan menos y consumen menos recursos del planeta,
  3. c) se contribuye a que haya más justicia social, ya que se colabora a frenar las desigualdades, pues no facilita la acumulación codiciosa de los que tienen más dinero y poder a partir de las arcas públicas; y,
  4. d) al evitar los efectos secundarios de caros tratamientos médicos, disminuyen los sufrimientos innecesarios en los pacientes.

No son pocas las fuentes que sugieren matizar la usual relación que se establece entre los gérmenes y la infección. En muchos casos, se exageran los efectos nocivos debido a los intereses de las compañías farmacéuticas para incrementar sus ganancias y, por otra parte, al enfermo también le puede resultar atractiva la justificación del “germen”, que le permite echa la culpa a un “bicho invisible”, y así declinar su responsabilidad de la parte que le toca de cuidar su salud. Del mismo modo que este sistema, principal generador de polución y tóxicos en naturaleza, alimentos y otros productos industriales, declina su responsabilidad.

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