Vivencia personal

Vivencia personal

La primera vez que fui a Perú, hace más de 10 años, el temor a lo desconocido me llevó a informarme en las instituciones de sanidad pública, y de ahí salí cargado con las típicas vacunas que aplican al turista. Una vez allí me enteré de que no hubieran sido necesarias, pues ya esas enfermedades estaban erradicadas, sólo que la información de sanidad no estaba actualizada. A la par, adquirí información sobre la pobre efectividad de las vacunas.

En años sucesivos fui sin tomar nada y nada pasó. En los primeros años tuve algún esporádico y típico problema digestivo, pero poco a poco fue desapareciendo la frecuencia de estos, creo que por un proceso adaptativo. Cuando bajé en barco por el río Ucayali camino a Iquitos, ocurrió que tuve inflamado algún ganglio linfático, pero antes de alarmarme y buscar médico, fui dejando que sanara por sí mismo. Tampoco tomé nada especial para las picaduras de los mosquitos, simplemente les dejaba poco espacio para picar con camisetas de manga larga y gorro con ala atrás.

En lugar de protegerme en entornos más urbanos y domésticos, continué interactuando con toda la gran variedad de comidas que tiene ese país, igual en hoteles que en mercados populares, tomando todo tipo de movilidades y andando por los sitios más inverosímiles de entornos rurales y caminos ancestrales.

El resultado es que, desde hace varios años, no tengo problemas relacionados con las infecciones, como si el sistema inmune hubiera aumentado su capacidad de reacción.

La mayoría de las elecciones las fui tomando, en más de una década, con el conocimiento que dejo por escrito aquí, y que espero, sinceramente, resulte de utilidad.

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