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Agroquímicos
Los agroquímicos o productos fitosanitarios son sustancias químicas introducidas en los cultivos y que están presentes en los productos alimenticios, destinados tanto al consumo humano como a los animales. La población, conforme va tomando conciencia, aumenta su preocupación por estas sustancias insanas.
Los agroquímicos se clasifican según su uso. Algunos de los más importantes utilizados actualmente en la agricultura son los siguientes:
- Utilizados para prevenir, controlar o destruir plagas. También se incluyen otros productos como los atrayentes, repelentes, reguladores fisiológicos, o defoliantes. En el lenguaje común del agricultor, también se les denomina “venenos” o pesticidas. Las plagas suelen suponer la pérdida de entre un tercio o un cuarto de la producción.
- Fungicidas. Sustancias tóxicas que se emplean para impedir el crecimiento o para matar hongos y mohos perjudiciales para las plantas, los animales y el ser humano.
- Herbicidas. Se usan con el fin de destruir o controlar el crecimiento de malezas o hierbas que crecen junto a las plantas de cultivo, con las que suelen competir por agua, nutrientes del suelo, luz y espacio. En fincas ecológicas está prohibido su uso y la maleza debe ser eliminada de forma manual o con la ayuda de dispositivos mecánicos especiales para ese uso.
- Fertilizantes. Sustancias orgánicas o inorgánicas que mejoran las condiciones para el desarrollo de las plantas, principalmente incrementando los nutrientes del suelo, facilitando así un crecimiento y desarrollo, más rápido y más desarrollado.
Los agroquímicos favorecen, en cierta medida, la rentabilidad de los cultivos, pero su uso excesivo produce contaminación ambiental cuando se utilizan en cantidades que no pueden absorber los cultivos, al ser arrastrados por el agua o el viento y cuando se arrojan los envases en cualquier sitio. Por otro lado, el suelo pierde su equilibrio ante la merma de nutrientes naturales o por la acumulación de agroquímicos y se vuelve poco fértil. En áreas de monocultivo, el empobrecimiento de los suelos es aún mayor. La disminución de la fertilidad del suelo por el uso de agroquímicos, ha creado dudas sobre la sostenibilidad de la producción agrícola y sobre la capacidad de ésta para alimentar a una población mundial que va en aumento.
Mientras tanto, los buenos procedimientos de distribución local de alimentos en régimen de agricultura ecológica u orgánica no han tenido el auge deseable o están en franco retroceso, aun cuando algunos organismos del sector agropecuario intentan animar y favorecer este modo de cultivo. El problema es que los alimentos producidos bajo métodos agroecológicos representan una cantidad reducida en relación a los productos provenientes de monocultivos, insuficiente para la industria alimentaria y, además, su costo de manufactura es algo mayor.
El efecto pernicioso de los monocultivos
Un monocultivo es una plantación de gran extensión donde se cultiva una sola especie, aplicando procedimientos industriales. La producción a gran escala de estas características representa la maximización de la rentabilidad económica, donde lo usual es que “el fin justifica los medios”. Para mayor eficiencia, no se repara en el uso indiscriminado de agroquímicos y de agua, o bien se usa semillas transgénicas para aumentar la resistencia a situaciones adversas y, así, aumentar la producción.
No se puede obviar las consecuencias perniciosas de todo el proceso cíclico que involucra el monocultivo: grandes capitales de origen poco o mal conocido, a la espera de dar rentabilidad máxima, expertos en finanzas que sugieren invertir en el sector del monocultivo con la garantía de que la producción será relativamente fácil de distribuir por las grandes superficies, y por el sector de la industria alimentaria.
El resultado es una ingente cantidad de comida puesta a la venta a los consumidores, a precios asequibles, pero llenos de sustancias químicas poco recomendables para la salud. Extensas masas de población, al consumir estos productos llenos de agroquímicos, sufren un deterioro de la salud y el monopolio farmacéutico multiplica su rentabilidad con tanto enfermo, generando grandes capitales que en parte van para fomentar el monocultivo. El ciclo se cierra y otra vez a repetir el ciclo vicioso.
El monocultivo es un modelo de producción basado en la artificialización y homogeneización de la producción, caracterizado por la aplicación de tecnologías de alto costo energético y ecológico. Tras más de 40 años aplicando este modelo, se ha evidenciado que, no solo no ha resuelto los problemas de la pobreza y el hambre, como sus defensores pregonan, sino que ha generado una enorme crisis ambiental y social que ha tenido impactos negativos en la seguridad alimentaria y la biodiversidad.
Se ha transformado el medio más rápido que en ningún otro periodo de la historia, generando una pérdida considerable e irreversible de diversidad biológica, poniendo en serio peligro los recursos de agua, suelos, flora y fauna. La degradación de los ecosistemas ha ocasionando fuertes impactos como inundaciones, sequías, erosión del suelo, contaminación de ríos, lagos, aparición de plagas, desaparición de especies animales y cambios en las cadenas alimenticias.
El monocultivo se ha expandido con la globalización, y con ello, las trasnacionales han ampliado su influencia y control en el mercado de insumos agrícolas y semillas. Esto ha llevado a:
- Altas tasas de deforestación de especies autóctonas, con la eliminación de la cobertura vegetal, pérdida de la fertilidad del suelo y erosión de grandes áreas naturales.
- Pobreza de suelos por el uso indiscriminado de fertilizantes artificiales provocando problemas de fertilidad biológica.
- Pérdida de diversidad genética y una deriva génica perniciosa tanto para la flora como para la fauna.
- Incremento de la contaminación en los suelos, el agua y el aire de los entornos ecológicos próximos a asentamientos humanos.
- Extinción o desplazamiento de especies, principalmente de insectos, provocando la resistencia a los plaguicidas.
- Desequilibrio de los agro-ecosistemas, con altos costos sociales y ambientales.
- Disminución de la distribución local, al volverse una actividad un poco menos rentable que la de alquilar o vender la parcela para ampliar monocultivos.
Los circuitos de distribución de la producción agrícola impregnan todo de toxicidad: el suelo, los ríos, los alimentos, las personas, etc. Las grandes cadenas comerciales y la industria alimentaria demandan grandes cantidades de productos del campo, ante lo cual, se intensifica el uso de agroquímicos para aumentar la productividad a cualquier precio. Como resultado, hay un aumento de residuos potencialmente tóxicos en los alimentos y en el ecosistema y, por ende, el aumento de enfermedades en los consumidores y el ecosistema y daños al medio ambiente.
Monsanto y los Transgénicos
Aunque el tratamiento transgénico se ha extendido a diversas áreas, es especialmente apropiada para lograr los objetivos del monocultivo ya que da un fruto más comercial y más rentabilidad productiva. Empresas del ramo y, especialmente Monsanto como principal responsable tanto de lo transgénicos como de los agroquímicos, están causando mucho daño al planeta.
Aprovechando las facilidades que dan la mayoría de los gobiernos de América Latina, se introducen con rapidez sus productos genéticamente modificados y agroquímicos específicos. Europa, que ofreció algo de resistencia inicial, presionados los gobiernos por los lobbies, han ido aceptando también estos productos.
Hasta ahora, ninguna empresa biotecnológica ha podido probar la inocuidad de los transgénicos en la salud humana y animal. Por el contrario, cada vez hay más estudios que demuestran que son una gran amenaza para la salud y la naturaleza.
Los transgénicos conllevan la contaminación genética de las especies vegetales naturales, hace peligrar la semilla nativa, incrementa la dependencia de los agricultores locales y eleva el precio de los alimentos. Son muchas las semillas transgénicas que son infértiles, lo que supone la dependencia del agricultor que se transforma en un cliente cautivo. Y, por otro lado, al no diversificarse lo cultivado existe una clara pérdida de biodiversidad y una concentración de la producción alrededor de pocas especies, lo que provoca la rápida dispersión de enfermedades y aparición de plagas. El cultivo uniforme es más susceptible a sufrir de forma más acusada los elementos patógenos.
La falta de diversidad hace que algunos insectos encuentren alimento constante, pocos predadores y se reproduzcan intensamente, por lo cual se convierten en plagas. Entonces, se hace necesaria la utilización de plaguicidas para reducir sus poblaciones. A la vez, estos acarrean el resurgimiento de otras plagas, lo que produce la necesidad de nuevos químicos. Este constante desequilibrio no tiene fin, cada vez las plagas son más intensas y algunas poblaciones se vuelven resistentes por lo que se requiere de productos con tecnología más compleja y, como consecuencia, la toxicidad de la flora y del medio ambiente es cada vez mayor. Una batalla que, por esa vía, los humanos la tenemos perdida.
La agricultura sostenible
El concepto de sostenibilidad es útil para el desarrollo integral del agro, porque supone un conjunto de preocupaciones sobre la agricultura concebida como un sistema económico, social y ecológico. En este sentido la agricultura sostenible es una alternativa programática frente al monocultivo.
La agricultura ecológica se hace sostenible cuando se integran todos los componentes del entorno para mejorar la eficacia biológica del sistema, mantener la capacidad productiva del agro-ecosistema, conservar la diversidad biológica y generar condiciones favorables para que el sistema se autorregule. Para llegar a esto se tiene que cumplir con los siguientes principios:
- Producción diversificada, estable y eficiente.
- Seguridad y autosuficiencia alimentaria.
- Uso de prácticas ecológicas o tradicionales de manejo.
- Preservación del conocimiento local.
- Gestión del ámbito rural sobre la base del aprovechamiento de los recursos naturales.
Es cierto que un sistema rural degradado requiere tiempo para recuperarse y no es fácil obtener a la vez alta producción, estabilidad y equidad, si bien merece la pena intentarlo y volver al agro de siempre.
Los problemas de salud causados por los agroquímicos
Las investigaciones muestran, cada vez con mayor solidez, que existe un vínculo claro entre algunas enfermedades y el uso de agroquímicos. Sin embargo, a las entidades encargadas de regular su uso les resulta muy difícil disminuir o mantener a raya su implementación, pues existen grupos “lobistas” que presionan fuertemente para influir ante los distintos estamentos públicos buscando promover decisiones favorables a los intereses de la industria de los agroquímicos.
El problema con el que se enfrentan las investigaciones, es que el vínculo entre la enfermedad y el agroquímico que la genera no se puede confirmar con rotundidad, dado que el organismo no expresa esa toxicidad de inmediato y es cuestión de meses o años, detectar los síntomas de la enfermedad. El tiempo que tarda en manifestarse la intoxicación depende de muchos factores. Los efectos tóxicos en niños toman menos tiempo que en mayores, incluso puede iniciarse una enfermedad en el feto si la madre tuvo contacto con algún producto tóxico.
Para explicar con más detalle cómo actúan los principios activos de los agroquímicos en el organismo, se acuñó el término contaminante hormonal o disruptor endocrino (CDE), para identificar un conjunto diverso y heterogéneo de compuestos químicos externos al organismo, capaces de alterar la síntesis, liberación, transporte, metabolismo, enlace, acción o eliminación de las hormonas naturales del cuerpo, perturbando la regulación y el equilibrio de los procesos vitales por la presencia de las hormonas.
Un informe titulado “Directo a tus Hormonas”, de Ecologistas en Acción, enumera las dificultades a la que se enfrentan las investigaciones para establecer vínculos causales entre la enfermedad y el agroquímico causante:
- Al igual que las hormonas, los CDE pueden causar efectos importantes ante dosis muy bajas. En general, la relación dosis-efecto no es lineal ni sencilla.
- A menor edad los efectos son mayores, llegando incluso a lesiones irreversibles.
- Varios CDE pueden actuar de forma aditiva o sinérgica y, en ocasiones, se pueden potenciar.
- En ocasiones, los efectos negativos de los CDE se dan muchos años después de su ingesta. Una exposición prenatal se puede manifestar a edades más adultas.
A pesar de este vínculo complejo entre dosis-efecto, la multitud de evidencias permiten a los investigadores ir establecido regularidades y relaciones causales más sólidas. Actualmente, se sabe que los contaminantes hormonales están relacionados con importantes dolencias, tales como:
- Daños al sistema reproductor masculino: disminución de la calidad del semen, infertilidad o malformaciones congénitas en el aparato urinario.
- Daños al sistema reproductor femenino: pubertad precoz, menor fecundidad, problemas en los ovarios y en el embarazo.
- Tumores en órganos donde la regulación hormonal es determinante: cáncer de mama, de ovarios, de próstata, de tiroides.
- Alteraciones del sistema neurológico: problemas cognitivos o de conducta (hiperactividad, déficit en la atención, pérdida de memoria, pérdida auditiva, falta de coordinación motora, dificultades en el aprendizaje, etc.).
- Enfermedades metabólicas: síndrome metabólico, diabetes y obesidad.
- Trastornos del sistema neuro-inmunológico: encefalopatía, fatiga crónica, fibromialgia y esclerosis múltiple.
- Enfermedades cardiovasculares: producto de las enfermedades metabólicas, que favorecen la obesidad y la diabetes, se incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Disruptores endocrinos (CDE)
Los CDE, son elementos no asimilables por el organismo, que afectan la función de las hormonas y desequilibran sus acciones normales. Estos contaminantes tóxicos, están alterando nuestros sistemas endocrino, respiratorio, digestivo, nervioso, inmunológico, cardiovascular o metabólico; contribuyendo a causar infertilidad, diabetes o hipertensión, además de algunos cánceres y otras enfermedades y trastornos.
Además de la fuerte presencia de los agroquímicos, principalmente el bisfenol y el glifosato, hay otro CDE, más omnipresente aún que los anteriores, como son los ftalatos, un componente básico de los plásticos. Estos tres CDEs, requieren especial atención:
- Los ftalatos son añadidos químicos para hacer más flexible al plástico. Allí donde está este material, están los ftalatos, en los productos de limpieza, de aseo personal, en el agua embotellada y en los alimentos envueltos en plástico, en la llamada “comida rápida”. A raíz de esa interacción permanente desde hace años, todos tenemos cierta dosis de ftalatos en nuestro organismo. Investigaciones recientes encontraron que las personas que comen hamburguesas y pizzas de la denominada “comida rápida” tienen los niveles más altos de ftalatos en su orina. Los estudios muestran que este tóxico pasa a los alimentos desde el plástico con el que está en contacto. Así, comparado los niveles de ftalatos en los alimentos antes y después del envasado, estos se elevan un 100%. El proceso en caliente aumenta la concentración. A pesar de las evidencias, a la industria química no le faltan “investigadores” asegurando que los ftalatos son seguros.
- El bisfenol A es un disruptor endocrino capaz de causar desequilibrios en el sistema hormonal, incluso, a concentraciones muy bajas. Sus efectos tóxicos se deben al consumo de alimentos que han sido contaminados por contacto con materiales que contienen esta sustancia, tales como envases, latas o recipientes de muy diversa clase. Se usan bastante en la industria alimentaria de los países desarrollados, lo que provoca una exposición continua de la población, afectando a todas las edades (desde fetos a ancianos). Se ha hallado altas dosis en adolescentes. Como suele ocurrir, la industria respalda su uso alegando que faltan evidencias, ya que el grueso de investigaciones se ha realizado en animales.
- El glifosato es un principio activo usado como herbicida y pesticida. Es el más comercializado principalmente gracias a Monsanto que, como complemento, también creó variedades de cultivos modificados genéticamente que son resistentes a este químico. Históricamente, el glifosato vino a sustituir al DDT tras su prohibición. Especialmente se encuentra en la soja transgénica de monocultivos y su uso está muy extendido en la alimentación industrial: barritas energéticas, bebidas de frutas, sopas, salsas, bollería, cereales para el desayuno y suplementos alimenticios. Este CDE está estrechamente relacionado con el aumento de infertilidad, trastornos tiroideos, diabetes, enfermedad hepática y renal, derrame cerebral, aparato reproductivo femenino, incluso con el cáncer.
Es preocupante comprobar la lista de enfermedades ocasionadas por los CDE, sin embargo, existe una notable pasividad de los gobiernos para establecer leyes que limiten o prohíban el uso de estas sustancias tóxicas. Los grupos de presión que defienden los intereses de las empresas vinculadas a CDE, son muy eficientes para inducir a los responsables políticos para que sean tolerantes con estos productos. Así, es difícil hacer efectiva la aplicación de normas, porque no existen criterios legales claros y operativos para identificar CDE, por lo que hay pocas perspectivas de que estas sustancias activas vayan a ser prohibidas. Al final, estas leyes protegen muy poco la salud de la población.
A los consumidores no les queda más remedio que tomar medidas sencillas como disminuir la ingesta de comida rápida, evitar el consumo de granos provenientes de las grandes superficies de cultivo o lavar adecuadamente los residuos de agroquímicos de los alimentos, por ejemplo, sumergiéndolos en una disolución de bicarbonato, vinagre y limón, o usando cepillos para eliminar la mayor cantidad posible de tóxicos. Aunque se pierdan las vitaminas de la cáscara, también es efectivo pelar el alimento. También es fácil conseguir listas de alimentos que puedan tener más o menos residuos de agro tóxicos según origen.